La Belleza Líquida

Y nos cuenta la historia
De una joven princesa
Más hermosa que sus joyas
Epítome de belleza

Sus ojos eran dos lotos
De muy delgada cintura
Todo su talle hermoso
De suave gesto y dulzura

Y por cosa del destino
Le dio un día por salir
A orillas de un río
Sin escolta ni palanquín

Y un príncipe que paseaba
Se atrajo por ella tanto
Que le faltaron palabras
Para elogiar sus encantos

“¡Oh princesa de mi vida!
Mira a tu sirviente fiel
No soportaré un día
Sin tu sonrisa de miel

Dame esperanza, dame paz
Dime que bien me aceptas
No tendré ya felicidad
Si hoy me menosprecias...”

“Veo que mi belleza,
Te ha dejado cautivo
Como aguda flecha
Que tu pecho ha herido

Ya que tanto te obsesiona
Te daré en dos semanas
La esencia que la forma
Ven por ella a buscarla...!

Y así esos días estuvo
La sabia princesa aquella
En purgantes y ayunos
Con laxantes y hierbas

Y cuanto eliminaba
Lo guardó en unos baldes
Al final tan flaca estaba
Que ya no atraía a nadie

Pasaron los dichos días
Y el novio llegó temprano
Imponente, alegre lucía,
En su brioso caballo

Corrió a golpear la puerta
Añorando esa mano
Fue la misma princesa
Quién le abrió al escucharlo

“Buenos días señora
Dijo el joven presuroso
¿Dónde está esa bella joya
La añoranza de mis ojos?

Pregunto por la princesa
La reina de este lugar
La esencia de su belleza
Dijo que me iba a dar...”

“Soy yo misma, ¿no lo notas?
La que en el río encontraste
Pasa y ve pues gota a gota
Guardé el elixir que deseaste

En estos baldes mira
Lo que ahora falta a mi cuerpo
Estos líquidos hacían
Que se viera tan apuesto

Esto es lo que has amado
Lo que a ti cubre mi piel
El cuerpo está formado
De agua, sangre, grasa, hiel

Una estructura de hueso
Le sirve de sostén
Los sabios dicen que el cuerpo
No es el verdadero ser

Este siempre decae
Y empieza a desmerecer
Si por él así te atraes
¿Por cuánto me vas a querer?

Para mantenerse bella
Una vive en ansiedad
Entre dietas, tintes, cremas
Que evaden la realidad

El verdadero cosmético
Es el alma que da esplendor
Por muy bello el cuerpo muerto
Ya no despierta atracción...”

“¡Oh princesa adorada
Ahora te quiero en verdad
Pues la belleza del alma
Me has sabido mostrar

Te veo ahora decorada
Con el brillo del saber
No se compara con nada
Este supremo bien...”

Y así felices vivieron
Desarrollando el Amor
Y en espíritu crecieron
Amando todos en Dios...
Srila Atulananda Acarya, Los ejemplos de mi maestro

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